viernes, 11 de noviembre de 2011

I En el café de Ruth

                                                                                                                                           

Si alguna vez logran intimar con Lesbia, notaran que es una mujer de esas que andan por la vida, sin que notemos cuanto de diferente a las demás, suelen tener. Porque verdaderamente lo son. Iguales, distintas y especiales.
No se encuentran todos los días seres con la cabeza tan bien colocada. Ella como nadie sabe lo que quiere y como alcanzarlo.
La conocí en el Café de Ru, un sitio pequeño al que acudimos mujeres solas. No es común por estos lugares que las mujeres accedan sin compañía a sitios públicos.
Así que Ru, una mujer también poco común, abrió este sitio con esa finalidad.
Un rincón para mujeres que desean tener un espacio, donde charlar consigo mismas.
Aquellas que llegan a veces angustiadas, se encuentran el llamativo cartel que con letras rojas bien grandes, colocó en la entrada:
“Incluso llora si te hace bien, nadie molestará tu llanto, estás en el Café de Ruth”.
El sitio se presta para rabiar, llorar, reír, beber, escribir, pensar y sobre todo reflexionar con una misma, sin que te molesten.
Solo 6 mesas redondas, cada una con solo una silla, en este pequeño espacio a media luz.
Y más aún, en el café de Ru, se puede fumar. La barra, es tan chica que solo caben 4 banquetas.
Paredes pintadas de verde, porque su dueña adora el color de la esperanza, y tantas fotos de grandes mujeres como el espacio lo permiten.
Ya contaré alguna vez quienes están en esa inmensa galería de Ru, porque al mirarlas detenidamente, te das cuenta del mensaje que la dueña quiere enviarnos a las mujeres solas, habituales en su bar. Porque no es un café, es un bar, aunque a Ru, ese término le huela a hombres como siempre dice.
El sanitario  limpio y oloroso.
Trabajan el lugar únicamente dos personas, ella, con una chica muy joven y homosexual.
En este sitio peculiar conocí a Lesbia, fue raro, casi nadie  suele entablar conversación allí. El lugar no se presta para hacer amistades, y el objetivo de su dueña es que tengamos espacio para estar con nosotras mismas.
Sin embargo desde que entré algo me dijo que no era el día de “estar a solas”, Lesbia me miraba detenidamente, con una amplia sonrisa.
Llegué ese día bastante atormentada tras una fuerte pelea con mi amante. Nada especial. Lo mismo de siempre. El puede mantener su matrimonio. Yo; no puedo ser independiente. Tema trillado lo suficiente para que en algún momento me ayudé, a abandonar esta relación, que va poniéndose vieja y aburrida.
No me detuve en la sonrisa de Lesbia pero fijé su rostro. Sin ser una cara bonita, es alguien que llama la atención. En alborotado pelo largo, rizado a lo afro, adornan su rostro unos grandes ojos verdes que resaltan con  su piel morena. Mulata, una auténtica mulata.
Solo la miré de pasada, seguí mi camino directo a la barra, es el sitio que me gusta del Café, sobre todo cuando estoy tan molesta como ese día.
Pedí  mi trago, “Menta a la roca”, el preferido en momentos como estos. Tomé un sorbo, dos, tres, cuatro y sentí que alguien me miraba.
Dí un giro, mis ojos se encontraron de nuevo con la sonrisa amplia de aquella mujer.
Me molesté, si que me molesté, no me gustan las mujeres. Aunque ese día como tantos otros, sintiera un odio visceral contra los hombres. Pero no me gustan las mujeres.
Volví a girar mi cuerpo y seguí pensando en Gerardo y sus estupideces, o mejor las mías, al dilatar por tanto tiempo una relación acabada desde que comenzó. Nunca debí enamorarme de un hombre casado.
Cinco, seis, siete y la mirada continuaba sobre mi nuca.
__¡ Ru!. Grite con rabia. _ Hola Melina ¿cómo te tratan los hombres hoy?. Me contestó desde adentro. _ Chica, cualquiera podría pensar que soy una puta, ¿tu sitio continúa siendo, un lugar para mujeres solas que necesitan vaciar el alma, sin compañía? pregunté con toda intención.
Entonces Ru apareció con su sonrisa al tiempo que Lesbia se levantaba, y avanzaba hacia  mí.
Ambas llegaron juntas a mi sitio.
Ru que todo lo entiende, captó que algo raro estaba sucediendo. Lesbia, nueva en el lugar, atacó.
_ Espera, ¿lo dices por mí? Porque te miro o mejor más sencillo, porque te molesta que te mire?
_ Ambas cosas, ¿sabes qué? No tengo el día bueno, estoy aquí porque quiero estar sola. Además no me gustan las mujeres.
Ella se me quedó mirando sin dejar de sonreír, fue un tiempo corto pero suficiente para darme cuenta que era una mujer bella, elegante, alta, más alta que yo. Mido 1,80. Me fijé en sus  amplias caderas y su poca, poquísima cintura. Me dio tiempo a quedar impresionada antes que volviera hablar.
_¿Y quién ha dicho que a mí me gusten las mujeres?. Quedó callada, esperando mi respuesta, tiempo que aprovechó Ru, quien me conoce hace tantos años como los que tiene su Café, para meter cuchareta:
_ Nenas, sin peleas, odios ni rencores...
_ Espera Ru, no corras, no conozco a esta señora de ningún lugar.
_ Pensé que...
_ No pienses tanto Ru. Contesté mientras aquellos ojos verdes, detallaban mi cuerpo.
Entonces Lesbia nos enseñó una blanca y perfecta hilera de dientes blancos, en sonora carcajada. Nos quedamos más asombradas. No entendíamos su reacción. Aunque algo nos quedaba claro, su intención no era pelear y  menos que le gustaran las mujeres.
Claro que de inmediato pensé, qué querría esta mujer de mí, no recordaba conocerla de ningún sitio.
Pasaron por mi mente millones de lugares, nombres de amigas y enemigas, familiares lejanos, miles de cosas en segundos. Ninguna tenía que ver con aquel rostro.
Fue entonces cuando dejando de reír, llena de calma y de paz. La mirada de Lesbia inspiraba eso, paz. Me tomó de la mano invitándome a sentar ajena totalmente de Ru, incluso sin su permiso agregó a su mesa una silla, en la que casi me obligó a sentar.
Bajito muy bajito, llena de luz y paz. Más de la que podrían ofrecernos, aquellas fotos de mujeres excepcionales colgadas en las paredes, comenzó una conversación que haría de Lesbia, la mujer más especial que he conocido después de mi madre.
_ Melina, me llamo Lesbia y... soy la esposa de Gerardo.


7 comentarios:

  1. Mila... amiga del alma. Tu imaginación es grande, noble, exquisita. GRACIAS... gracias por estar siempre allí, en el sitio exacto en que sé que te voy a encontrar... Te quiero mucho amiga, mucho. Un beso. Algún día nos sentaremos en la barra del Café de Ru... lo juro.

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  2. Wow, me has dejado encantada Mila, como todo lo que leo de ti. Un abrazo.

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  3. Me encanta que les parezca algo que se puede leer. Gracias chicos y chicas.

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  4. Mila!! que divinidad de relato, y el final ¡ploff! de caída libre, ese café de Ru debe ser genial, quizá algún día lo visite, besitos, mi preciosa, gracias por tus letras.

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