Vivo sueños que persigo al despertar
a pesar del temor de verles diluirse,
en triste pesadillas.
Corro a mi pesar
agotada en el intento por incrustarlos
a mi piel
impregnar con ellos
mis sentidos.
Sin embargo odio los sueños,
siempre fueron idilio de cosas que se afanan por atarnos a fantasías terrenales,
a veces si, otras no.
Puede que sean una regla dividida en milímetros de probabilidades
tienen que ver más con la suerte que con el empeño.
No sé qué hacer, sueño con un bosque colmado de letras,
cuyas palabras sueltas rugen cual vigorosas ramas de árboles
que se empeñan por dar sombra en arroyos de oraciones,
por mover sobre aguas verbos y versos
cual olas que profetizan ahogar ideas al despertar.
Sobrepasan mi cabeza mezclando palabras, hasta oraciones,
se alejan olvidándose de mi.
Quizás por ello vuelven cada noche
para huir en la alborada y volver, volver.
Concientizo que existen sueños más trascendentales pero,
estos me tienen atrapada en el encanto sublime de lo que por sí mismos prometen.
Versos entrelazados en letras y palabras.
Danzan,
se iluminan,
me incitan a voces y vuelven.
Vuelven a volar una y otra vez.
Mientras, pasan años
oportunidades para hacer de estos sueños la realidad del día.
Mi día y mi noche.
No me dejo vencer en el intento, lucho hasta castigarme por atraparlos.
Ellos revolotean desinteresados de mí, ¡se van lejos!
¿Será que no hay derecho a atrapar la magia de los sueños?
¡Yo no los quiero vender!
Solo que danzan junto a mis fantasías en la esperanza de alzar vuelo al infinito.
Al encuentro ansiado con nuevas dimensiones.
Imploraré para que queden quietos donde estén.
He de buscarles convencida.
Quiero dejarles atrapados para conquistar pesadillas,
Aquellas que provoca el egoísmo perverso del salto a nuevas dimensiones.
Quizás mañana poseídos por mi, pueda contemplarlos convertidos.
Un verso, el nuevo verso, hecho poesía.
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